Cuando en 2001 Argentina tocó fondo, el paraguayo resentido se alegró por la rara percepción de "estar mejor" que los hermanos del sur, con la satisfacción y autosuficiencia necia de quien no sabe dónde está parado. Los argentinos eran pobres y comían gatos.
La caída de Argentina fue violenta, pero fue solo eso, una caída. Se levantó, se sacudió, y empezó a correr de nuevo.
Esta semana, Google instaló su Centro de Operaciones para latinoamérica en Buenos Aires, detrás en importancia de la central en California, y el centro europeo en Dublín, Irlanda. No es más que el corolario de la recuperación, el surfista que eligió la mejor ola para montar.
Ya nadie se acuerda de los comegatos. El Paraguay, como siempre sentado al lado del camino, o mejor aun, recostada en una hamaca paraguaya, casi fuera del tiempo y el espacio, sólo observa, sorbe tereré y continúa en su universo paralelo, donde las reglas son otras.
Lo peor de todo es que no hay envidia, no queremos ser como Argentina. Sólo no les aguantamos, porque son creídos.
Yo también lo sería, si fuera un curepa comegato.
No sé como harán ustedes, pero acá nos arreglamos con lo que hay
viernes, 13 de abril de 2007
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